Un viaje fotográfico al país nipón

Sin dudas el viaje al país del sol naciente, es una experiencia transformadora desde cualquier punto de vista para cualquier persona que se atreva a emprender este viaje.

Como fotógrafo, encontré las fotos que siempre busqué y las combinaciones de colores que uno no piensa que sean reales. Paisajes fantásticos, construcciones modernas y tecnológicas, templos legendarios y, por sobre todo, gente particularmente única, en su particular modo de ser.

 

Siempre se tiene la sensación de que, en Japón, se está en otro planeta. No porque todo sea distinto al mundo de conocemos, pero sí porque se manejan diferente con respecto a lo que conocemos. La combinación de la profunda espiritualidad con la más alta tecnología, el respeto por la naturaleza, las enormes ciudades bien cuidadas, son algunos de esos aspectos

En Japón podés encontrar muchas cosas. La isla, aunque no es muy grande, tiene gran cantidad de ciudades y pueblos en donde cada una de ellas es un atractivo turístico en si mismo.

Mi estancia fue una escapada, por lo que solo pude estar 9 días. Y los aproveché de la mejor manera que pude.

Primera parada obligatoria: Tokio. Es su capital y donde hay mucha magia por descubrir. Y sin dudas una experiencia que no me quería perder allí era alojarse un par de noches en los “hoteles cápsula”.

Tokio es vasta y grande. Y aunque siempre la intento comparar con Nueva York, encontrando sus similitudes y diferencias, la verdad es que tiene mas diferencias que semejanzas.

Hay muchos barrios principales en Tokio, que son como pequeñas ciudades, y cuando dispones de poco tiempo, es clave intentar combinar varios en un día para poder abarcar lo más posible.

Templos dentro de la ciudad, calles con luces de neón por doquier, la gran torre de Tokio para poder vislumbrar toda la ciudad, el mágico cruce de Shibuya (el más transitado del mundo), el barrio del anime y Otaku, perderse por las calles bajo al lluvia y el otoño que se acerca. Todo eso encontrás en una misma ciudad.

Luego de dejar la ciudad capital, tomarse el tren bala (Shinkasen) hacia Kyoto, la ciudad imperial en tiempos del Edo, fue un cambio en sentido fotográfico. Donde la historia está presente a cada paso y la espiritualidad y rituales afloran por cada esquina.

La locura japonesa nunca la dejas de lado, pero sí te vas adentrando en otros sitios y lugares mas tranquilos aún, mas conectados con la naturaleza y con la misma espiritualidad.

Kyoto, además de ser muy turístico, contiene un sinfín de templos, atracciones y hermosos lugares que pueden volver loco a cualquier fotógrafo. 

 

Además te da la posibilidad de hacer base e ir por el día a distintos lugares.

Mi viaje fue en noviembre, por lo que el otoño pleno acechaba con delicadez cada sitio de la isla. Los templos milenarios varían ornamentados y los sencillos, pero entre los colores marrones y rojos característicos acompañados de los arboles otoñales vestidos de rojo, naranja y amarillo, reflejaban un lugar de ensueño.

 

Ir por el día a Naara, y pasar la tarde entre los ciervos, perderte en los bosques, buscar siempre la foto perfecta. Los ciervos son sagrados en Japón, y en Naara, particularmente, están libre por cada rincón de la ciudad y de los bosques, pero siempre atentos a los turistas que con una sonrisa le ofrecen galletas.

Para cerrar el viaje, y luego de tomar seis trenes y un teleférico desde Kyoto, me dirigí hacia la montaña, en busca de la cuna del budismo.

Koyasan, o el Monte Koya, es la cuna del budismo shingon en Japón. Allí van muchos peregrinos luego de subir la montaña a continuar su búsqueda y aprendizaje espiritual. Un sinfín de templos dibujan los paisajes. La experiencia allí es quedarse a pasar la noche en un templo budista, comer la comida vegana que te ofrecen y levantarse bien temprano a la mañana a presenciar, y acompañar, la ceremonia de rezos budistas.

Y como gran atracción del monte Koya, perdido entre los grandes árboles de coníferas, se encuentra un laberinto casi dantesco. Un laberinto de tumbas y arcos sagrados que recorren varios cientos de metros entre los árboles. Nos encontramos con uno de los cementerios más grandes de Japón, y entre el silencio y la paz, no queda otra cosa que la admiración. Admiración por este país, por su historia y su cultura.

Me llevo un gran recuerdo de Japón, en un viaje que hice absolutamente solo, lanzándome a lo desconocido y siempre con cámara en mano para la búsqueda de la foto perfecta.