Río de Janeiro, un amor para toda la vida. 

Durante varios años he viajado a diversos lugares de Brasil. Un continente disfrazado de  país, hace notar que no te da una vida entera para poder conocerlo en su totalidad. Año  tras año me permitía darme un mimo para conocer diversos rincones de este hermoso  y único país. 

En cada ocasión, admirando su particularidad del lugar y conociendo personas  diferentes, entre caipirinhas y alguna que otra “cervejinha” salía siempre la misma  pregunta: “¿conocés Río verdad?”. 

En el norte, en noreste, sur, centro o mismo en otros países, hablando sobre Brasil, se  da por asumida la ecuación “Brasil=Río de Janeiro”. 

Como seguramente varios países tienen sus puntos centrales que la conversa popular  los convierte en sinónimos del país, eso me genera rechazo a conocerlo. Por eso siempre  encontraba sorpresa y asombro en esas charlas sobre cómo podría estar tan enamorado de ese país sin conocer a su principal vedette. Era algo así como enamorarse de alguien  sin conocer realmente a esa persona. 

Pero estamos hablando de un país continente! Estamos hablando más que de una  ciudad! Me rehusaba a creer q mi amor no podía ser puro por no conocer a esta ciudad  tan llamativa. 

Pues bien, veamos qué tanto tiene Río de Janeiro que a bahianos y paulistas atrapa, que  a cereanses y catarinenses enamora o que extranjeros de diversas partes operan como  metal ante tan poderoso imán. 

Entiendo que la primera vez q una persona conoce Brasil a través de la puerta de Río  conlleva a un enamoramiento completamente. Pero ese amor se lo adjudico a Brasil en  sí mismo. Brasil es una dosis que todo ser humano necesita de vez en cuando. Por ende,  fui a Río ya con mucha dosis de Brasil en mi sangre, no me iba a dejar engatusar tan  fácilmente por una energía q se le adjudico particularmente al país y no a una ciudad en  sí misma.

¿A ver qué tiene Río que otra región no pueda ofrecerme? 

Fue en vísperas de fin de año del 2018 cuando por fin llegó el momento. 

Saliendo del aeropuerto y adentrándose hacia la ciudad misma, cuando menos lo pensás  ahí lo ves, un guardián, un centinela que todo lo ve, el Cristo. Independientemente de si  profesas una religión no deja de robarte una sonrisa al darte la bienvenida a lo lejos cual  gran amigo o familiar que te espera con los brazos abiertos.

Todas las ciudades tienen su encanto, algunas más en la noche, otras más por el día,  unas por sus museos y otras por su vida callejera, algunas por su arquitectura y otras por  su convivencia con la naturaleza. ¿Qué tiene Río? eso y más. 

Río es para vivirla con todos tus sentidos. ¿Que caracteriza al carioca en la vida? Ser  amante del placer. Río es una ciudad de placer, de tentaciones en todos los sentidos. 

Caminar por la Orla de Copacabana o Ipanema mientras la temperatura te tienta a  zambullirte en sus aguas, saciar tu sed con alguna bebida frutal siendo llamado por el  son del cavaquinho y la Cuíca entonando alguna melodía de Martinho da Vila o Maria  Bethânia. 

Un Cerro Corcovado coronado por el Cristo que te dio la bienvenida y te invita a visitarlo  por diversas formas. Personalmente siempre abrazo la tan característica forma brasilera  de visitar puntos llamada “Trilha”. Deberíamos hacer un artículo aparte sobre este  concepto de descubrir y visitar. 

Un barrio de Santa Teresa que no descansa nunca y ante la caída del sol te da paso a su  vecino lindero, Lapa y su vida callejera.

Cómo dejar afuera a esa perlita que a tantos enamora con su belleza exótica de canales  e islas, desde su glamour hacia su sencillez tranquila y alejada, no es más que la Barra,  Barra da Tijuca. 

El viejo acodado sobre la barra de algún Boteco tomando su cervejinha en los vasos  pequeños tarareando alguna samba melancólica mientras le comparte su deseos de  “Bom día” al trabajador que pasa directo a tomarse el Metro y que en el vagón es  acompañado por alguna cantante urbana que regala su arte durante 2 o 3 paradas, y al  subir a la ciudad nuevamente te abraza el calor invitándote nuevamente al mar verde  azulado. 

¿Qué tiene Río que la han apodado tantos y tantas artistas como la “Cidade  Maravilhosa”?

Se dice que si observás encontrás más información que si mirás. Por eso fuimos al punto  más alto de Río, la Pedra da Gávea. Una trilha de nivel de dificultad alto de 3 horas y  media de duración. Por si fuese poco, 35 grados nos acompañaron, durísimo. Pendiente  muy empinada, roca, escalada, vegetación abundante, lagartijas y muchos pájaros,  alguna cascadita para refrescarte como es tan habitual en la Madre Naturaleza que  nunca te abandona. 

Llegando a la cima lo entendí, ahí lo observas mejor. Alejado de todo el ruido citadino,  abstraído de esa música que te posee cual encantador de serpientes con su Cobra  hipnotizada, lejos de aromas frutales y shows tentadores, ahí la ves…. Es Río de Janeiro. 

Una ciudad de playa, morros, verde, azul y más verde, con un anfitrión a lo lejos que  abre sus brazos a cada visitante como el Cristo, y un escenario especialmente dedicado  al Sol para que la ilumine y la vista de anaranjado rojizo cada vez que se reposa sobre el  horizonte.

Una ciudad que al caer el sol no se esconde, muestra su silueta en cada luz q se enciende.

Y por si fuera poco, Reveillon, la despedida del año que nos calendariza la vida nos invita  a decirle “adiós” entre un cielo bombardeado de fuegos artificiales, conviviendo entre 3  millones de almas reunidas en la playa que al emanar buenos deseos genera un campo  magnético de energía imposible de no sentirlo en tus entrañas, en tu piel. 

Hay alegría, hay felicidad, hay fiesta, miras a tu alrededor y te rodean sonrisas y abrazos,  hay reciprocidad de buenos deseos con extraños, ese mundo que siempre deseamos se  ve concretado por unos minutos.

Si Brasil es un país que enamora, Río te flecha el corazón de por vida.